miércoles, 26 de julio de 2017

Fiesta de Santiago en el Cinto de Borja


         Ayer, Solemnidad de Santiago, Patrón de España, los vecinos del Cinto volvieron a colocar la imagen del Santo Apóstol en el lugar donde se encontraba la casa con la correspondiente hornacina en la que se veneraba en este día.





         Trajeron incluso un lienzo de R. Puyuelo en el que podía verse dicha casa que se mantuvo en pie hasta hace no demasiados años e, incluso, lo colocaron junto a la imagen, para que los asistentes recordaran aquellos momentos en los que, como en otros barrios de Borja, se celebraba esta fiesta de carácter familiar y entrañable.





         Han sabido mantener esta tradición y ayer, a las doce de la mañana, fueron muchas las personas que se congregaron, tanto residentes en la zona como procedentes de otros lugares de la ciudad. Previamente, se había celebrado la Eucaristía en la iglesia de San Bartolomé y algunos efectuaron ofrendas florales ante la pequeña imagen del Santo.




         El párroco de Borja D. Carmelo Roy Blasco pronunció unas palabras y, seguidamente, rezó un Padrenuestro, pidiendo la intercesión de Santiago por España y por nuestra ciudad, especialmente para que siga viva la Fe que sembró en nuestra tierra. Seguidamente, se rezó una Avemaría, dedicada la Virgen del Pilar, recordando el auxilio que le dispensó en los comienzos de su evangelización. Previamente, mientras las campanas de Santa María sonaban con el toque tradicional de esa hora, algunos de los presentes habían rezado el Ángelus, una devoción que, como hemos recordado en otras ocasiones, fue introducida en la Iglesia por Calixto III, el primer Papa Borja.




         A continuación, se repartió un chocolate con pastas variadas que había preparado Dª. Asun Viamonte, ayudada por Dª. Charo Portero, a las que agradecemos su colaboración para que la celebración tuviera ese excelente ambiente que debe caracterizar este tipo de manifestaciones de profundo arraigo popular.



         Lo cierto es que pudimos disfrutar de un rato sumamente agradable al pie del castillo, en lo que antaño fue el recinto de la fortaleza o alcazaba de Borja, cuyos muros acogieron a la judería hasta 1492 y, posteriormente, a una parte de la población musulmana que, como los antiguos pobladores, tenían la obligación de atender al mantenimiento de las estructuras defensivas.

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