viernes, 8 de julio de 2016

Tradiciones de Mirambel

            En este día dedicado a Mirambel, con motivo de la reciente visita realizada a esa hermosa localidad, no queremos dejar de reseñar algunas de sus tradiciones ya que, junto a sus monumentos, constituyen su Patrimonio Cultural Inmaterial al que, en ocasiones, no se le concede la misma atención.

            Por otra parte, creemos que es objetivo fundamental que los aragoneses tomemos conciencia de la importancia de nuestro territorio y seamos capaces, entre todos, de contribuir a la difusión de nuestra riqueza monumental y de nuestras señas de identidad.



            Una de esas tradiciones, recuperada en 2006, es la procesión del Anuncio de la Muerte de Cristo y de su Santo Entierro, en gran medida equivalente al Pregón que, a mediodía del Viernes Santo, se celebra en Borja.
            En Mirambel, lo llevan a cabo 8 personas, precedidas por la Cruz cubierta con un paño negro. Cuatro de ellas son “los lutos” que portan matracas; otras dos llevan hachas y otra la bandera negra que, como en Borja, es la expresión del luto del municipio. Visten gramalas negras y se cubren con un sombrero de Tronchón del mismo color, sobre el que se dispone el velo que tapa los rostros.

            La comitiva sale de la sacristía de la iglesia parroquial de Santa Margarita y s dirige, en primer lugar, al altar de Cristo Crudificado, donde se tumban ante la imagen, como expresión de dolor, y cubren la imagen con un velo.
            En la puerta del tempo, y mientras suena la matraca de la torre, se lee el pregón que se repetirá en cada uno de los portales del recinto amurallado. Al pasar por el convento de agustinas, la comitiva entra en el templo y también se postraba frente a la imagen del Santo Cristo. Frente a las rejas del coro se leía el “Anuncio a las Reverendas Madres”  de la triste noticia de la muerte de su “Padre y Esposo”.





            Especial interés tiene la fiesta de San Antón, el 17 de enero, en la que se encienden hogueras y se bendice a los animales, como en otros lugares. El rasgo distintivo es la representación que, cada dos años, se realiza de las llamadas “Sanantonadas” que es un obra teatral que hace alusión a la vida del Santo.




            Las fiestas patronales se celebran en honor a San Lamberto y Santa Margarita. En la actualidad, tienen lugar en agosto y, junto a los festejos habituales, se realiza el tradicional baile del rolde, una tradición que, antaño, protagonizaban los mozos o los quintos en la fiesta de San Lamberto, en noviembre, y los casados para San Antonio San Antón).
            Los hombres visten pantalón, camisa, pañuelo al cuello y un puro bordado, mientras que las mujeres llevan saya y mantón bordado. En primer lugar, recorren las calles de la villa, al son de la dulzaina y del tambor, para llegar a la plaza donde comienza el baile que tiene como característica principal que son las mujeres las que bailan, girando en torno a los mozos que permanecen inmóviles.




            Otra tradición en vigor son las de las romerías, especialmente la que tiene como destino la ermita de la Virgen de la Carrasca en Bordón, a la que con los de Mirambel, acuden los de Tronchón y Olocau del Rey. Se celebra el primer sábado de mayo, desde que en 2002, se decidiera cambiar la fecha tradicional del primer lunes de ese mes.
            Las comitivas de cada municipio se dan cita en las afueras de Bordón, hasta que al mediodía parte de la iglesia parroquial de esa localidad la procesión que sale a recibirlos.
            El encuentro reviste singular espectacularidad ya que se intercambiaban saludos, rindiendo pendones, estandartes, cruces parroquiales y faroles, entre las cuatro localidades. Ya todos juntos marchan a la ermita donde se celebra la Eucaristía y se cantan los gozos a la Virgen.
            Después, tiene lugar una comida con sopa de cocido, caldereta de ternera y fruta, al término de la cual la procesión de Bordón despide a las de los otros municipios de la misma manera que a la llegada.
            Es llamativo el hecho de que cada localidad debe firmar en un libro en el que queda constancia de su asistencia, de manera que, si dejaran de hacerlo, ya no podrían volver al año siguiente.

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